lunes, 21 de febrero de 2011

Pulsiones ajenas


Dolor
tu falta de conciencia
la pequeña aprendiz
de he ser llamada
eres mi transferencia
obviamente
me dueles
con la ironía de no saber
como me hace sangrar 
tu sonrisa al atardecer
ni como tu mirada
provoca un nudo en mi garganta
He de no verte
desaparecer tu dulce existencia
matar neuronas de ti
tu olor a madera
tus converse multicolor
tus pantalones a cuadros
siento la soledad abrazarme
al terminar el día
mi segunda mirada se empaña
la primera intenta mantenerse intacta 
la imposibilidad de tocar tu mano
una tortura inevitable
acompañada de acordes 
de un espacio peculiar
despierto
bañada en sudor
escalofríos
abrazando la nada de ti
hay drogas más sutiles
las puedes saborear
tocar lentamente
respirar por unos segundos
me guiñas un ojo
te esfumas
vuelves por cortesía
te observo
a mitad de la noche
esperando el transporte mortal
con un hueco más
una llamada
a segundos de
apreciar tu indiferencia
cae la noche
en mundo paralelo
la experiencia deja de tener importancia
la distancia se vuelve el mayor atractivo
en un mundo paralelo
contestas

jueves, 17 de febrero de 2011

Mariposas Estelares


La dulce Estela tenía una relación de repugnancia y curiosidad con las orugas. Se maravillaba por ver tantos colores en una criatura tan pequeña. A la vez le daba un poco de asco su cuerpo flácido. El miedo era un factor diminuto pero se encontraba cada vez que una de estas orugas salía repentinamente caía del cielo.Estela tenía tan sólo 5 años cuando comenzó a contar las orugas en su jardín y se daba cuenta que había más orugas en verano que en invierno. También se dio cuenta que las mariposas no rondaban tanto en su jardín como en el de su vecino. 
A sus 10 sabía reconocer perfectamente que orugas comían que plantas, que orugas eran más venosas, cuáles crecían más y cuáles se convertían en hermosas mariposas que rondaban su ventana hasta morir. Justo cuando morían las recogía con demasiado melifluo y las pegaba cuidadosamente en su pared. 
Para los 14 años Estela seguía viendose como una pequeña niña, su cuerpo era muy fino, su estatura no llegaba al 1.50 y su sonrisa no conocía la malicia. Lo único que se podía notar de diferente eran los posters pegados en su cuarto, de chicos que soñaba algún día conocer. Se sonrojaba cada vez que el chico más lindo de la escuela la saludaba. Seguía con su fascinación con las mariposas pero sólo las plastificadas en forma de estampas adheribles, llaveros multicolores, plumas de tinta rosa y papel de color pastel. 
Un día vio una oruga de color verde fosforescente con fondo negro terciopelo rondando en su baño. Se le hizo algo peculiar, tomo una varita de princesa olvidada en el fondo del armario, hizo que lentamente subiera la oruga y la colocó sutilmente en la maceta a las afueras de su ventana.
Pasaron algunos meses y Estela estaba más concentrada en su cita, la primera de ellas, que en su fijación por las orugas. Era su primera cita, le había costado mucho trabajo convencer a sus padres de dejarla ir a la heladería de la colonia sin compañía. Quería verse bonita y antes de que su madre la llevará, se metió a bañar. Abrió la llave de agua caliente, mientras se quitaba la blusa del uniforme, se ponía sus sandalias para el baño, odiaba profundamente la sensación del mármol helado sobre sus plantas de los pies. Sin poner mucha atención el baño estaba un poco diferente, un poco más grande de lo usual. Su padre le había dicho de esas pequeñas remodelaciones, que ella nunca le daba importancia. En su mente su baño no tenía tina, ni ventanas, ni un lugar donde poner sus accesorios del baño. En su mente seguía siendo su pequeña regadera, por lo que tampoco vio que tenía compañía.
Ahí, ya desnuda con el agua hirviendo vio una pequeña oruga merodeando, escapando del agua. Estela estaba apunto de tomar una toalla, para sacar a su pequeña amiga, cuando esta empezó a crecer a una velocidad inexplicable. Estela asustada quería salir de la regadera, pero todo estaba cambiado, la puerta se estancó y las ventanas estaban muy lejos. La oruga tenía unos colores nunca antes vistos por ella, entre lilas, morados, violetas  y rosados tornasolados. No tenía púas y había algo que dejaba a Estela atontada. En unos cuantos minutos la oruga medía el triple de Estela y sus feroces dientes la amenazaban. Estela intentaba no moverse, buscaba la manera de salir y fue cuando la oruga decidió de manera violenta arrancarle la piel. Primero la de las piernas. Estela intentaba gritar pero sin éxito. A esta oruga en particular no le gustaba la piel, entonces sólo la arrancaba y la escupía. El baño se empezó a llenar de sangre. Algo que la oruga la excitaba, empezó a sorber la sangre que se combinaba con el agua y luego empezó a succionar el cuerpo de Estela. La hermosa cara de Estela estaba intacta, podía sentir todo lo que la oruga le hacía. Miles de lágrimas que se confundían con el agua. Después la oruga comenzó a comerse los tendones y los músculos sólo los mas jugosos. La oruga ya no cabía en el baño, rompió las ventanas y las puertas. Su color seguía resplandeciente, un púrpura intenso combinandose con un rosa pastel. Mientras su boca se llenaba de un rojo escarlata estremecedor.
La madre después de un rato, subió corriendo.
-¡Estela, ya sal de bañarte!
-........-
-¡Estela! ¡Por Dios, se consciente!
-.........-
La madre de la casi quinceañera Estela, abrió la puerta de un portazo y se quedo perpleja cuando vio el rojo escarlata por todo el baño, vio la puerta rota y como una luz iluminaba el cadáver de su adorada niña. La piel de su hija cubría todo el suelo de la tina. La madre sin poder moverse, miró la escena, la atroz escena. Los movimientos de la oruga habían hecho, que en la pared se dibujaran unas alas. 
Estela se había convertido en un bello cadáver de mariposa clavada en la pared.
El más bello.

viernes, 11 de febrero de 2011

Los recuerdos de Emma


Empece a besar miles bocas desde un tiempo no tan alejado, quizá a falta de algo mejor más un poco de aburrición y unas gotas de vacío del alrededor. La mayoría de ellas me sabían a lo insípido de la vida después de un día soleado. 
Comencé a entender mejor al arte de la pantomima, por fuera un derrumbe apocalíptico y por dentro la muerte merodeando. 
Con un poco de suerte encuentras aquella textura que hace que sientas toda una energía eléctrica que recorre desde la medula hasta la punta de tus pies. Los segundos más importantes en tu vida y te preguntas, ¿por qué no existen cámaras fotográficas que capturen el momento? 
En ese momento sabes que será una historia imposible, de esas que te torturan con sensaciones similares que no despegan. Miedo a volar. 
Ayer soñé con el chico que me hacía reír cuando sentía que el cerebro me iba a explotar o cuando quería gritar hasta llorar. El chico creció y se esfumó mientras yo observaba el pavimento. 
Hace tiempo tuve fiebre infantil a casi a mis treinta. Unos días antes de que las personas pudieran confundirme con señora. No recordaba como se iban formando personajes en el aire, con manchas de colores luz negativo. Sentía el sudor por todo mi cuerpo más por dentro que por fuera, fue cuando confundí los escalofríos por orgasmos y en eso me asuste cuando descubrí quien era el que me sometía a tales emociones. Un hombre que no veía desde la universidad, casi me doblaba la edad, nunca lo bese, no recuerdo ni siquiera que me gustará. ¿Por qué nunca salí con él? 
Ah es cierto, era mi profesor y la ética se entrometió como clásica vieja metiche.
Desde hace tiempo beso bocas nocturnas, me dejó de importar el género con tal que fueran agradables a la vista. Bocas tersas, labios sensuales, labios carmesí con un toque de fantasía vampiresca. Siempre me gustó un poco de sangre cálida recorrer la punta de mi lengua. Sin nombres, por favor. Es sólo intercambio de fluidos, los momentos cursis se los dejó a las novias de altar. Así lo es, alguna vez yo fui una de ellas. 
De vez en cuando veo al hombre de mi vida o lo más cercano a ello. Cuando tengo suerte y nuestros caminos se juntan, vuelvo a sentirme como princesa perdida en un bosque maldito siendo rescatada por el chico de las pocas palabras. El hombre no es un príncipe y a duras penas se algo de su pasado. Tiene dos hijos y una esposa de anuncio de coca cola. Me lleva casi 10 años y lo conozco desde hace 15. La relación más larga que he tenido en toda mi vida. Ni siquiera los amigos me han durado tanto. Nunca hacemos planes.
Observo la ciudad a través de mi ventana opaca. Veo como lentamente se prende con focos de diversos colores. Estoy en lo más alto de una torre medieval, no dejo que el acero penetre mi ser. Miles de plantas acogen mi alrededor. Sólo he dejado a una persona entrar a mi jardín secreto, lleno de laberintos acuáticos en medio de una ciudad plastificada. 
Esperando al padre de mi hija, con un poco de suerte tendrá ojos sutiles, un corazón firme y menos parchado que el mío, una linda sonrisa de esas que te hacen levantarte en la ruina y un verbo que no te agote. Mi niña necesita alguien que no la deje abandonada en medio del laberinto de la muerte, donde la única escapatoria es robarse unas alas ajenas. Ella sigue creyendo en dragones y habitantes del bosque, cree que un día vendrá un lindo príncipe a rescatarnos y formar una familia de verdad. 
Apago el último cigarro, el humo se pierde lentamente. Dejo respirar mi cuerpo desnudo con la luz de la luna. Los ojos se me rompen sin querer. Tengo años sin pensar en todas estas tonterías. 
Mi niña duerme tranquilamente, pensando lo excitante que es sobrevivir a un examen de matemáticas. 
Mi copa de vino esta casi vacía, odio las juntas escolares. Te das cuenta de lo lento que son los cambios. 
Mañana otra junta donde mi sonrisa me conseguirá más éxito que los mejores argumentos. Ir al gimnasio tiene más resultados que leer diez libros a la semana.
Llega la noche buscando labios efímeros que me anestesien de la fatiga semanal y de la crisis mundial. 
En eso miro la pared de la sala, llena de fotografías que nunca llenaron un espacio público. Recuerdo cuando mi niña tenía 5 años y observó una de las fotografías con demasiada atención.
Un chico asiático a inicios de sus veintes en medio de un puente que se sumergía en un lago. Al fondo unas escaleras y una estructura de madera. Traía una cámara fotográfica semi profesional de hace más de 15 años. Siempre quise una a esa edad, me conformaba con mi cámara de rollo y mi gran angular. 
-¿Quién es?
Un poco distraída, me acerque a la fotografía. Ya no recordaba que estaba ahí.
-¿Es el mismo?
Señaló otra fotografía donde salía él de frente, con unos rayones y una dedicatoria casi invisible.
-Si, es el mismo.
-¿Es mi papá?
-No...
-Mira aquí también esta, esa eres tú abrazandolo, ¿no? Te ves muy linda. 
Sólo ponía aquellas fotografías de personas que realmente habían afectado a mi vida, estaban mis dos hermanos peleandose, mis padres en la playa, mis abuelos en sus años mozos, me costó demasiado recuperar esas fotografías de los años treintas, mi mejor amiga de la preparatoria descubriendo su sexualidad, los amigos de la universidad, nunca nos volvimos a ver después de ese día, uno que otro del trabajo y si todos aquellos que se comieron mi corazón.
-Mami, tiene mi mis mismos ojos.
-Es sólo una coincidencia.
-¿Cómo se llama?
-Es una larga historia...
Tomó la fotografía, la enmarcó en rosa, su color predilecto de aquel instante.
-¿Qué haces?
No me dijo nada por unos minutos, sonrió.
-Ahora se que existe.
Un vuelco al corazón.
No se si deba deshacerme de esas fotografías, aventarlas por la ventana y que se las coma lentamente la ciudad. A punto de cometer un asesinato. Se escucha el timbre de mi puerta. Tomo la primera playera que encuentro y unas pantaletas. Me asomo sutil por el mirador. Abro la puerta lentamente.
Me abalanzo sobre su cuerpo. Me susurra lentamente al oído.
-Eres difícil de encontrar.
Sonrío como quinceañera o como me hubiera gustado sonreír a esa edad.
-Más de reemplazar...
Pongo mis dedos sobre sus labios. 
Sensación multicolor sabor cereza.
Labios sabor a eternidad.