miércoles, 23 de marzo de 2011

Recuerdos de un tiempo no tan lejano.


Los conocí hace tiempo. Eran a mi parecer cuatro los miembros originales, quizá con los años fueron más. Se decían ser lémures. Yo llegue por accidente o quizá no. 
A mi padre lo habían secuestrado o eso era lo que yo me inventaba en la cabeza cada vez que alguien me preguntaba sobre su paradero. Era mejor así. Aunque ahora que lo pienso debí conocerlos después. Mi padre en todos modos nunca está, pocos recuerdos tengo sobre él. Debí conocerlos después de que secuestraron a P. Lo busque por todo el verano del 2005, nunca pidieron recompensa los malditos. Malditos bastardos. Mi madre años después me diría que P ya estaba bien y que me cuidaba desde otro plano. Quizá ya lo sabía, hace tiempo que los ojos no se me rompen. 
Ellos ya no existen o bueno ya no publican gratuitamente. Me gustaba leerlos, adivinar quien era quien. Nunca firmaban. A pesar de tener seudónimos. Me gustaba su estructura y la manera que veían al mundo. Cuando los conocí, yo sólo leía a Aridjis, Neruda y Sor Juana en español y a Yeats y T.S. Elliot en ingles. Al menos eran los que me gustaban o me sentía especial porque casi nadie leía poesía en mi escuela. 
En la prepa había un grupo de “poetas”, sólo una chica valía la pena. Cuando se enteraron que escribía me convocaron. Uno de tantos proyectos que se pierden en la pubertad. El novio de la chica tampoco escribía mal. El problema era que el grupo no tenía un propósito. No tenía visión, ni nada, nos faltaba sustancia, esencia. Ni siquiera recuerdo el nombre, creo que en un inicio todo debía girar alrededor del desamor. Patético, es lo único que me queda decir. Yo odiaba las rimas, propia de mi generación odiar las reglas sin conocerlas. Admito mi estupidez. Sigo sin conocer a la perfección las reglas de la poesía. Según me fui a enterar después, escribo con intuición y sensibilidad. Pero, desde el fracaso de la prepa no he vuelto a integrarme a ningún grupo. Los poetas aman los grupos. 
Todo inicio por un golpe virtual, la novedosa forma de publicar en internet, hizo que miles de ególatras publicaran. Yo al igual que todos mis amigos de alrededor de 17 años abrimos una cuenta y publicábamos conversaciones caprichosas, chistes locales y quejas sobre la escuela. La prepa se acabó, la mayoría entraron a universidad y su cuenta se convirtió en declaraciones amorosas con poemas cursis o criticas respecto a su carrera. Deje leerlos. 
Yo no entré a la universidad. Y mi cuenta fue evolucionando. Escribía sobre lo ridiculo que era el mundo de las señoras de treinta. No conocía muchas feministas por aquel entonces, intuía que se hubieran molestado más que yo al ver la situación. Me burlaba de ellas y la gente me empezó a leer. También tenía un seudónimo. No ocultaba mi edad. 
Ellos me encontraron y acabamos descubriendo que estábamos en la misma Universidad. Si, al final entre a la universidad. Quería tener amigos. Creo que ellos de alguna manera ya sabían más de mi. No lo podría asegurar. Nunca me invitaron a su grupo. Simplemente me integraron en sus historias. Ahí estaba yo, como un personaje ficticio o como una musa. Entonces otra evolución. Recordé los poemas que escribía cuando tenia 13 y como los profesores me miraban con sospecha. Ellos hablaban de mujeres, pero ni una era un lemur. Ahí conocí a la primera asesina de mi vida. Ella todavía escribe, pero no diario. Al igual que yo. 
Nos comunicábamos de esa manera extraordinaria de símbolos binarios electrificados. Ellos no eran del DF, pero se estaban adaptando. Ahora los escritos no se empolvan, quedan a disponibilidad de un viajero sin rumbo. Letras olvidadas en un espacio inexistente. Ellos eran mis amigos imaginarios y yo una musa que les recordaba a un amor pasado.
 Las pocas palabras que cruce fue con la asesina, una musa asesina que por lo que entendí vivía ahora en España. Desde que mataron a su hermana. Desde que volcó su energía al baile y a la actuación.  Me comía sus historias ferozmente. Me llenó más de la cuenta. A todos los conocía por foto, en redes sociales que sin dejar de existir, decidí dejarlas morir en el olvido. ¿Qué será de ellos?
Tienen un bar en el centro o trabajan ahí o lo frecuentan o quizá sólo era una pista en mi mente. Siempre me ha dado la curiosidad de ir. Verlos en persona. Seguro no me reconocerían. El grupo según entiendo ya no existe. Tenían mi edad y estudiaron en el mismo periodo que yo lo hice. Diferentes facultades. Estarán buscando una leyenda perdida. O al final dejaron las letras por la música. Creo que tenían un grupo de rock o algo así. Lo que es seguro es que me fomentaron el escribir, a comunicarme con historias imposibles. A no temerle al mundo y seguir escribiendo sin rimas sin sentido. Algún día iré en su búsqueda e intentaré publicarlos en un lugar más adecuado. Más mío por así decirlo. 
De vez en cuando salgo en las noches y siento la ligera presencia de lémures navegantes. 

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