lunes, 4 de octubre de 2010

Clarissa meditando lágrimas



Hoy me siento un poco  más sola que antier y con esa melancolía que no deja completamente mi cuerpo traslucido, no ayuda a curar cicatrices yuxtapuestas. Y es que hoy un evento me llevo a recordar su mirada misteriosa intergaláctica. Se acordará como simuló ser un mago para que no descubriera que venía en barco. Se acordará como escondí mis alas para que no se asustará. Uno de los recuerdos más lindos de mi corta vida y los ojos se me rompen en miles de pedazos. 
¿Qué nos pasó?- Se preguntaba Clarissa intentando no ver a la luna agraciada otoñal.
Mientras uno intenta ignorar lo obvio, los pleitos, los enojos y el hecho que un guionista común nos haya robado uno de lo momentos más tristes de nuestras vidas y lo transforme en algo banal o quizá no. Verse uno reflejado en esa escena triste, donde a sabiendas que uno es infeliz, el estar a lado de alguien aunque ya ni siquiera haya acaricias de por medio, uno se siente seguro porque la soledad es una amiga que si no le das el tiempo suficiente, sientes que te mata lentamente.
Clarissa no sabía que era mejor si recordar los momentos más felices, románticos, exquisitos o los más atroces, de esos que todavía no pueden cicatrizar. ¿Qué era lo que hacía que no tomará el teléfono y volviera a su castillo de cristal? ¿Qué la detenía? Si en todos modos, todas las noches sentía que su existencia era menos que insignificante. 
La sonrisa del chico un poco más distraído que ella, al parecer era la respuesta. Al menos por unos instantes, al menos hasta ayer. Y es que Clarissa no sabe medir sus sentimientos, no sabe poner un alto y pensar las cosas, ser racional como le diría su madre. Entonces sin darse cuenta Clarissa volvía a tener el corazón destrozado. 
Por eso envidio tanto a los astros y su sabiduría. Porque cuando lloran sanan el mundo en vez de destruirlo. Porque saben darle el justo tiempo a las cosas. No se involucran antes de curarse completamente. Sin embargo, mi mortalidad e ingenuidad hace que me ciegue cuando debo ser lo más cautelosa. Empiezo a creer en el karma, empiezo a creer que quizá era necesario este golpe para entender que un beso no es un juego. ¿Cómo uno puede pasar de tener un amante a convertirse en la amante? 
Esa es la historia actual de Clarissa, no sobre su recuerdos astrales bañados de mermelada. O de sus pleitos amargos con el chico que siempre será su primer gran amor. No, nada de eso. Clarissa llora internamente mientras le sonríe el mundo porque sabe que no se puede quejar. Sabe en el fondo que de cierta manera se lo merecía. Y ahora que sabe todo lo que dejo por un impulso infantil, quiere quedarse en la casa de verano y meditar. 
¿Por qué creí en todas tus palabras? Donde estaba mi ser cínico, cuando me llenaste de un futuro utópico. ¿Por qué te hice caso? Mientras tu ego se disparaba, ¿dónde se escondía el mío? Creo sigo siendo la misma ingenua de hace 10 años, cayendo por personas que sólo te utilizan por instantes, de intermedio. 
Clarissa quería explotar y a la vez se preguntaba si esa era la razón por la que algunas se vuelven la amante. La que esta ahí cuando hay que recoger los pedazos del otro, la que consuela cuando la otra se va de fiesta, la que alienta cuando todos se han ido. Clarissa dime, ¿estás dispuesta en ser la otra? La Clarissa de hace 5 años hubiera mandado muy lejos esa situación imposible y ahora...
No quería enamorarme de ti, no estaba en mis planes. Veras, yo salía con otros chicos, intentando olvidarme de una relación hermosamente defectuosa. Salía con  esa clase de chicos que duran sólo una noche. Nada especial realmente. Pero tú, te presentaste como un amigo. Estabas un poco desorientado, mi yo interior un poco perdido e hicimos un buen par. La confusión nos llevo a un gran caos. Tú aclaraste tu mente y volviste con la chica que te hace comer pastelitos cuando se va. Yo estoy más confundida que ayer, no quería que me gustaras.....
¿Por qué me invitaste a salir?
¿Por qué no te puedo dejar ir?

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