jueves, 17 de febrero de 2011

Mariposas Estelares


La dulce Estela tenía una relación de repugnancia y curiosidad con las orugas. Se maravillaba por ver tantos colores en una criatura tan pequeña. A la vez le daba un poco de asco su cuerpo flácido. El miedo era un factor diminuto pero se encontraba cada vez que una de estas orugas salía repentinamente caía del cielo.Estela tenía tan sólo 5 años cuando comenzó a contar las orugas en su jardín y se daba cuenta que había más orugas en verano que en invierno. También se dio cuenta que las mariposas no rondaban tanto en su jardín como en el de su vecino. 
A sus 10 sabía reconocer perfectamente que orugas comían que plantas, que orugas eran más venosas, cuáles crecían más y cuáles se convertían en hermosas mariposas que rondaban su ventana hasta morir. Justo cuando morían las recogía con demasiado melifluo y las pegaba cuidadosamente en su pared. 
Para los 14 años Estela seguía viendose como una pequeña niña, su cuerpo era muy fino, su estatura no llegaba al 1.50 y su sonrisa no conocía la malicia. Lo único que se podía notar de diferente eran los posters pegados en su cuarto, de chicos que soñaba algún día conocer. Se sonrojaba cada vez que el chico más lindo de la escuela la saludaba. Seguía con su fascinación con las mariposas pero sólo las plastificadas en forma de estampas adheribles, llaveros multicolores, plumas de tinta rosa y papel de color pastel. 
Un día vio una oruga de color verde fosforescente con fondo negro terciopelo rondando en su baño. Se le hizo algo peculiar, tomo una varita de princesa olvidada en el fondo del armario, hizo que lentamente subiera la oruga y la colocó sutilmente en la maceta a las afueras de su ventana.
Pasaron algunos meses y Estela estaba más concentrada en su cita, la primera de ellas, que en su fijación por las orugas. Era su primera cita, le había costado mucho trabajo convencer a sus padres de dejarla ir a la heladería de la colonia sin compañía. Quería verse bonita y antes de que su madre la llevará, se metió a bañar. Abrió la llave de agua caliente, mientras se quitaba la blusa del uniforme, se ponía sus sandalias para el baño, odiaba profundamente la sensación del mármol helado sobre sus plantas de los pies. Sin poner mucha atención el baño estaba un poco diferente, un poco más grande de lo usual. Su padre le había dicho de esas pequeñas remodelaciones, que ella nunca le daba importancia. En su mente su baño no tenía tina, ni ventanas, ni un lugar donde poner sus accesorios del baño. En su mente seguía siendo su pequeña regadera, por lo que tampoco vio que tenía compañía.
Ahí, ya desnuda con el agua hirviendo vio una pequeña oruga merodeando, escapando del agua. Estela estaba apunto de tomar una toalla, para sacar a su pequeña amiga, cuando esta empezó a crecer a una velocidad inexplicable. Estela asustada quería salir de la regadera, pero todo estaba cambiado, la puerta se estancó y las ventanas estaban muy lejos. La oruga tenía unos colores nunca antes vistos por ella, entre lilas, morados, violetas  y rosados tornasolados. No tenía púas y había algo que dejaba a Estela atontada. En unos cuantos minutos la oruga medía el triple de Estela y sus feroces dientes la amenazaban. Estela intentaba no moverse, buscaba la manera de salir y fue cuando la oruga decidió de manera violenta arrancarle la piel. Primero la de las piernas. Estela intentaba gritar pero sin éxito. A esta oruga en particular no le gustaba la piel, entonces sólo la arrancaba y la escupía. El baño se empezó a llenar de sangre. Algo que la oruga la excitaba, empezó a sorber la sangre que se combinaba con el agua y luego empezó a succionar el cuerpo de Estela. La hermosa cara de Estela estaba intacta, podía sentir todo lo que la oruga le hacía. Miles de lágrimas que se confundían con el agua. Después la oruga comenzó a comerse los tendones y los músculos sólo los mas jugosos. La oruga ya no cabía en el baño, rompió las ventanas y las puertas. Su color seguía resplandeciente, un púrpura intenso combinandose con un rosa pastel. Mientras su boca se llenaba de un rojo escarlata estremecedor.
La madre después de un rato, subió corriendo.
-¡Estela, ya sal de bañarte!
-........-
-¡Estela! ¡Por Dios, se consciente!
-.........-
La madre de la casi quinceañera Estela, abrió la puerta de un portazo y se quedo perpleja cuando vio el rojo escarlata por todo el baño, vio la puerta rota y como una luz iluminaba el cadáver de su adorada niña. La piel de su hija cubría todo el suelo de la tina. La madre sin poder moverse, miró la escena, la atroz escena. Los movimientos de la oruga habían hecho, que en la pared se dibujaran unas alas. 
Estela se había convertido en un bello cadáver de mariposa clavada en la pared.
El más bello.

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