miércoles, 28 de julio de 2010

Capítulo V. El caso del pequeño Tomás.

Capítulo V. El caso del pequeño Tomás. 
El pequeño Tomás todas las noches miraba las estrellas, las miraba atentamente y estaba seguro que cada una le daba la posibilidad de ser alguien diferente. Estaba consciente que si las tocaba todas a la vez se quemaría y en pocos segundos se desvanecería. Eran cuestiones de lógica, sentido común pues, pensaba el pequeño Tomás.
Cada estrella tiene un tamaño diferente, un brillo único, un color incandescente y un aroma sin igual. Por lo que una estrella lo podría convertir en una gran samurai mientras otra en un caza recompensas. Toso era posible y todavía no descifraba las características de cada una, cuando lo hiciera diseñaría un artefacto atrapa estrellas. Por lo mismo cada noche dibujaba el manto estelar y configuraba mecanismos de defensa. Él era quien iba elegir su destino, no la estrella. Así tenía que ser y si se aburría tendría que saber que otra estrella atrapar. 
Se imaginaba a veces siendo filosofo,  su tía siempre le contaba sobre Jean Paul Sartre y Proust o quizá un rockstar como Cobain o Morrison, definitivamente no quería llegar a la edad de su bisabuelo. Eso si nunca se imaginaba de contador como su padre o de arquitecto como su primo o de político como su abuelo. No nada de eso, porque eso no salía en las caricaturas, los comics o los videojuegos, ni siquiera los libros de aventuras fantásticas que su madre solía leerla en las noches cuando era todavía más pequeño. 
Por lo que el pequeño Tomás estaba convencido de que iba a tener una historia sin igual, como nunca nadie en la historia de humanidad la haya vivido. Era un poco ingenuo nuestro pequeño Tomás, pero lo único que no había contemplado quizá hiciera que su futuro se hiciera realidad.
El pequeño Tomás no había contemplado a una estrella un poco más pequeña de lo usual con un brillo acaramelado con un detonante olor a avellana. Esa estrella que Tomás no se había tomado la molestia de observar mucho menos de dibujarla en su gran manto estelar, podría cambiar su vida de una manera aterradora y magnífica a la vez. Sin embargo, esa posibilidad no entraba en la lógica y dinamismo de la ciencia del pequeño Tomás. El mundo era simple en aquel entonces, muy simple de entender.
Como era de suponerse todos planes no se hicieron realidad, todas esas ideas sobre estrellas míticas, se quedaron eso en mitos de la infancia, abandonados en el cajón de todas esas cosas que no queremos tirar pero tampoco queremos sacar a relucir. Tomás dejó de pensar en universos alternos y mantos estelares, dejo de ser pequeño para convertirse en el típico joven citadino. Que no sabe que estudiar y que esta harto de las replicas de sus padres, los constantes gritos que entre tanto embrollo cerebral ya ni se acuerda que tanto le reclaman. Aun sabiendo que debería de hacer algo de su vida, prefería sus habituales actividades hacer ruido, dormir y tener sexo.
En su cuarto se llegaba a vislumbrar lo poco de esos sueños fallido, una colección decente de sables en la pared, en la esquina un bajo y una guitarra compradas a medio uso, con un poco de valor sentimental nunca mencionado. Usadas para los toquines de los jueves y si se daba la ocasión para fines de semanas extraordinarios. Extraordinarios por no decir ocasionales, los 15 minutos donde sin recordarlo, medio que había logrado atrapar aquella estrella azul con olor clandestino. 
En el escritorio se encontraba la mora olvidada de hace 15 días. Según lo había dejado, no precisamente por salud, ni mucho menos por los regaños constantes de su madre. No, simplemente ya no lo hacían sentir esa sensación orgasmica en sus encuentros con chicas casuales. 
Y hablando de chicas, Tomas las tenías amontonadas en un rincón con miles de poemas sin nombre. Le daba igual, chicas bobas, chicas de rato. Ni una se podía comparar con la que se fue, ni una como aquella que le hizo sentir como un idiota y por lo mismo nunca lo admitiría. No a cualquiera, nunca a cualquiera. Admitir toda esa ingenuidad, admitir que todavía sentía el hueco del pedazo carnal que nunca supo si realmente ella se lo había robado o en un trance de locura él se lo había arrancado y se lo había regalado. Esas cosas, que se sienten peor que después de salir un trance de hongos. Siempre tendría esa duda, más cuando ella sin avisar se fue. 
Nadie abandonaba a Tomás.
Pero ella lo hizo, nunca supo si fue por otro. Ella se fue por otra estrella más brillante, que le ofrecía alcanzar sus sueños carmesi, de manera más satisfactoria. Para ella Tomás era alguien efímero, un accidente, un poema más abandonado en el departamento de un país lejano. Ella se fue a otro universo, dejando un estela de esperanza que sólo Tomás veía, claro esta. 
Tomás dejaría esta historia para su diario enterrado en el cajón más profundo de su mente, y si alguien le preguntaba. Negaría todo. Aun así, él sabía en parte que le faltaba valor para recuperar lo que alguna vez fue suyo y en otra que ella nunca lo aceptaría. Ocasionalmente confesaría lo estúpido que fue en cierto tiempo de su vida, sin decir exactamente que lo hizo estúpido.
Tomás se dio a la idea de que no estaba para tales cursilerías de niño de secundaria. Para estos momentos sólo buscaba una cara linda y un cuerpo decente, mucho mejor si ella no ponía complicaciones. Si eran dos a la vez mucho mejor. Eso si que  nunca pasará más allá de una noche. Esa era la regla más importante, él no quería que nadie más llenará ese hueco y mucho menos perder otro más.
De ahí en fuera sabía que su vida rockstar había fracasado. Pero, tenía otro plan. Un plan fuera de la burocracia familiar.
Aquí ya no sabremos cual era el plan de Tomás, porque pues...bueno, no debió de ser muy importante después de lo ocurrido la noche anterior del día de su cumpleaños. Esa noche, Tomás andaba un poco un tanto alcoholizado , nada fuera de lo común. Quizá la extraño fue la falta de compañía, de chica que le hiciera algún tipo de trabajo. Un poco consternad volvió a mirar por la ventana, como cuando era conocido como el pequeño Tomás. Y como no acordarse, cuando una luz muy brillante se acercó a él. Su cuerpo se inmovilizo. Tomás había muerto por unos instantes y una parte muy oscura de él lo había hecho. Tomás se daría cuenta de esto muchos años después.
En unos segundos que se sintieron como años, Tomás recuperó todos sus sentidos. Una chica delgada, muy finita, con uniforme inglés y lentes enormes que cubrían sus tiernos ojos lo miraba fijamente con aparatejo, que le recordaba a una película de ciencia ficción combinada con JulioVerne.
-Hola soy Paula. Me podrías informar en dónde estoy, no me gustaría estar extraviada.- Tomás no entendía lo que estaba pasando.
-¿Hola? Hablas español, ¿cierto?. Tomas asintió con la cabeza. Paula se acerco y le limpio la mejilla.
-No te voy a comer, no es mi estilo.-dijo riendo.
-¿Cómo llegaste aquí?¿Conoces a mis padres?
-Ja que tierno no, simplemente corte el universo, ¿ves?- dijo señalando el aparato bizarro.
-Aja.-Tomas buscaba algo, que lo hiciera pensar que estaba en ácidos. Pero, no había nada para comprobarselo. Intento acercarse más a Paula, pero ella se alejo.
-Es extraño, cuando estaba pequeña escuchaba la voz de un niño llamado Tomás. Pero, no se porque me lo imaginaba muy diferente a ti, sin ofender. Bueno en mi mundo no se usan esos trapos de ropa, insisto sin ofender. Ni tampoco huelen como tu, quizá sólo el whisky. Pero es lo único que distingo.- Tomás no decía nada.- Ya se que piensas que no existo. Pero, pasa eso sólo hay una manera de probarlo.
Paula sacó de su mochila, cosa que Tomás no se había percatado de ello, una carta y una foto y se las dio.
“Y si eres real, ¿qué voy hacer contigo?”- pensaba Tomás.
No te preocupes puedo volver a casa.
Momento... yo no hable, como es que tú???
Vamos no se supone que eras el chico que quería ser aventurero, samurai o caza recompensas.
“¿Cómo demonios ella sabía eso? Aunque ahora ya empiezo a dudar que tan seguro es pensar delante de ella”.
Yo tampoco soy una niña no tienes nada que perder.
Paula le dio la mano, para que se levantará. Así fue como Tomás conoció a Paula. Paula ya efectivamente tenía más de 20, había dejado de tener pesadillas y su cuarto ya no amanecía con ni una sola gota de sangre rastreable. Paula al igual que Tomás, se había dedicado a olvidarse de cursilerías y sólo quería vivir todo lo el mundo le ofrecía. A diferencia de Tomás, Paula no aprendió la lección hasta que se quedo casi sin nada y había perdido mucho más que sólo un pedazo de carne. Fue ahí cuando se escapó de casa, estaba harta de la vida política de su padre y conoció a un oráculo que le recordó aquel chico Tomás. Después de muchos intentos logró cortar el universos y después de muchos mundos encontró a Tomás. No tenía la remota idea de como volver, pero sólo lo consideraba como un pequeño percance.
Tomás le agradó, tenía un aire a problemas que se resolvería rápido con el empujón adecuado. Podían empezar esa vida que Tomás había olvidado. Unos papeles de admisión a la facultad podían ser desechables fácilmente. Tomás para estos momentos ya estaba dormido y Paula no diría más acerca de lo que realmente tendría que hacer con él.
Paula vio un papel en el suelo... Que más daba... Mejor para otra ocasión. Sí, mejor para otra ocasión.

No hay comentarios:

Publicar un comentario