sábado, 14 de agosto de 2010

Autos de lujo.

Marzo del 2009. Taller de narración.

A punto de llegar...
La posibilidad de dormir un poco más que ayer se ve anulada. Se podría decir que todo por un capricho o por la falta de delicadeza en el trato. La falta de comprensión. Si supongo que es eso.
Estancada en medio de la oscuridad pienso que si hubiera sido lista, me hubiera ido el otro día. A pesar del sol resplandeciente, el brillo de tus ojos ocres y tu boca con una sonrisa que da entender una bienvenida. Al igual que este carro.
Una señora pasa enojada. Ha de pensar que es por gusto. Quedarse ahí a mitad de la noche sin poder conseguir ayuda.
Así lo es, la primera vez que lo vi me quede impactada, con un sentimiento demasiado bueno para ser cierto. Pero es sólo una fachada. Creo que todo es sólo una fachada que te da entender que ahí se encuentra la felicidad.
Tú cada día me quieres ver más lejos.
No puedo llorar aquí.
Pensarán, que ridícula llorando por su “lindo” auto de lujo.
No puedo llorar como antes.
No se me puede notar la gota a punto de caer de las pestañas del ojo derecho.
Otra vez no.
Esta vez no llegaría un buen amigo a decirme si estoy bien y yo responderle: el si de los ojos rotos. Tan rotos que me cuesta trabajo ya intentarlos pegar de nuevo. No volvería a preguntar y que yo le dijera, sin permitir que mis cuerdas se rompieran. Es sólo un pleito más... el semanal.
¿Por qué sigo con él?
Todo el tiempo se la pasa en el taller. Hay algo dice el mecánico que la forma en la que lo manejo no le gusta. Son cosas que pasan, dice.
Entonces me iría caminando como si no pasará nada. Como si la gente no me mirará. No hay que tener lástima por una pobre alma. Pero, tú igual que ellos la tienes. Por más que lo niegue. Por más que llegue al salón y el silencio acapare el ambiente.
Consigo que me lleven a casa, en un carro tan ordinario que lo dejaron de fabricar hace tiempo. La vida se ve diferente. Él no me dejaría.
Miro el cielo estrellado. 
Miro hacia atrás.
Se asusta y te deja.
Te asustas y me dejas.

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