sábado, 28 de agosto de 2010

Capitulo 11. El caso de la niña que se encontró con una hada

Me acuerdo de antes, cuando te esperaba en una silla.
Todavía no llegas.
No importa, el alba todavía no llega y yo ya no estoy en esa silla.
Verás, la intercambie por unas cuentas sonrisas. 
De esas que te hacen recordar un pasado imaginario que se siente como ayer. Como si tuvieras sólo dos horas de vida en este planeta y hace unos segundos no te esperaba en una silla porque no sabía de tu existencia.
Después de unos días de largas pláticas con la luna, me di cuenta que me había olvidado del gigante que se dormía en mi jardín y el oso que andaba en monociclo. También me había olvidado porque soy tan afín de las hadas. 
Te contaré mi historia invisible, te contare la historia de una niña que por andar de curiosa se obsesiono de las sillas, de los hongos y del futuro inexistente.
Nací hace tres días o quizá hace 1830, no lo recuerdo muy bien. Son datos innecesarios, de esos que me hacen sentir que vivo en un archivero. No me gusta y no importa porque en todos modos me iré a viajar a las grandes montañas del sur. Donde viven los dragones y rescatas a otros niños, que te llevan esperando en altas torres. Si, en poco tiempo hablaré como las sirenas y cantaré como los duendes, mi madre esta enferma no se dará cuenta. 
Si no fuera por ese lugar gris que me suelen llevar todos días a aprender como ser de una manera impecable un archivo, me la viviría en las faldas de la montaña donde el agua brilla cuando la luna esta contenta. 
Eso sonaba perfecto, para una pequeña niña que no conocía las consecuencias de casi ninguno de sus actos.
El otro día estaba platicando con mi amiga la rana y decía que estaba esperando a una chica de sangre azul. Yo le dije que mi sangre era morada, como las violetas, ¿qué si había una diferencia?
-¿Cómo te atreves a preguntarme eso?
La rana ya no volvió y de ese día ya no he vuelto hacer amigas rana. Fue ahí donde me encontré con una linda cascada, quise asomarme para ver que había adentro, pero no pude. No podía pasar, en eso una voz dulce me llamó.
-El que cruza por ahí no regresa. Encuentra un mundo sin igual.
Un ser delicado con enormes alas, me estaba hablando.
-¿Qué tengo que hacer para entrar?
-Lo de siempre, lo que todo mundo quiere.
-Y, eso sería...
-Parte de tu corazón, diría un corazón completo pero para ser honestas sólo se necesita una parte.
-¿Cuál?
-Eso no te lo puedo decir, sería contra las reglas.
Para una niña que no conoce el dolor y le maravilla el color de sangre, dar una parte a cambio de un mundo sin espacios grises y archiveros, le parecía un muy buen trato.
-Entonces qué dices mi pequeña.
-Volvería a ver a mi madre
-Si
-Volvería a ver a mis amigos
-Depende de ti
-Podrías darme tus alas.
-Por supuesto.
Se arrancó una parte de ella, sutilmente, con paciencia. Su corazón era muy grande, muy fuerte, limpio y puro. Tenía sólo 1845 días de existencia, no había parches, ni agujas, ni remates. Nada... 
Ni fue tan difícil. De repente sentí un peso en mi espalda, tenía una hermosas alas. En eso voltee hacia atrás.
-Cuidarás de él.
-Siempre.
-Lo prometes.
-Si.
Vi como lo guardaba con mucho cuidado. 
Ahora tengo 3833 días, estoy en busca de algún intercambio. Las alas me pesan. En este mundo nadie es tan ingenuo. Conocí las lágrimas,  la soledad, el temor, la frialdad. Nadie quiere mis alas.
En este mundo lo mágico te convierte en monstruo.
La niña lloro hasta que se le rompieron los ojos, luego escondió sus alas y se le olvidaron las montañas del sur. La niña dejo de ser niña, como la mayoría de los seres que cohabitan en ese planeta. Entonces fue cuando la niña se cansó de trotar por el mundo y decidió esperar en una silla frente al mar. A que llegarás tú, porque eso era lo único que recordaba de su infancia, que alguien siempre espera y otro alguien llega y luego miles de cosas increíbles pasan. Pero, hubo ciertos problemas en el proceso y hasta el momento sigue teniendo que esconder parte de sus alas. 
Tengo un corazón parchado y unas alas destrozadas.
Te sigo esperando.
Sin tener la belleza de una hada.
Sin poder ofrecerte nada a cambio.
Más que un poco de locura y cuentos de antaño.
Ya no hay sillas.
Tengo una lista en la palma de mi mano.
Para recordarme, que tú no eres
números imaginarios
ni fractales silvestres
ni piratas astrales
ni frutas explosivas
ni fantasías bidimensionales
La niña que se topo con la hada de la cascada, no te estaba esperando. En algún punto tenía que rescatarte de la bruja malita del sur. Tú ya tendrías alrededor de unos 6,583 días. Juntos habrían de huir a las montañas sutiles del oeste. Pero nada de eso ocurrió y en algún punto me confundí y te esperaba en una silla. En otro punto, hice intercambios que me hicieron ver más allá de la cascada. Crecí y se me rompieron los ojos.
Ahora ya no puedo volar. 
Ahora se que no te puedo esperar, ni buscar.
-Un día nos volveremos a encontrar, me perdonarás y moriremos juntos.- el hada aun sin alas pudo volar.

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